Almeida, el #ICAP y el inicio del Conjunto Folklórico Nacional. #AlmeidaPorSiempre #TenemosMemoria

El Comandante de la Revolución Juan Almeida en una visita a Expo ICAP, departamento del Instituto, creado en 1968, que se ocupaba de toda la divulgación de la obra de la Revolución cubana, incluidas exposiciones dentro y fuera del país.
Por Giraldo Mazola

Teníamos una joven y bonita recepcionista negra muy laboriosa y deseosa de aprender y superarse. En el momento que se luchaba por incorporar a la mujer al trabajo y contra los vestigios del racismo, que a veces eran más que vestigios, consideraba que era muy importante que la recepcionista del ICAP fuera negra.

Sin embargo, Laudelina Fortes era bastante ingenua y siempre entre los muchos jóvenes que allí laboraban sobraban los bromistas. Más de una vez me interrumpió una reunión con una delegación para decir por ejemplo que al compañero Nat King Cole lo llamaban urgente desde New York u otras barbaridades de ese tipo. Por suerte esas tonterías que me enfurecían provocaban hilaridad entre los invitados que se reían a carcajadas de la ocurrencia. Hablé mucho con ella e incluso lo discutí en reuniones del colectivo.

Por eso la mañana que me llamó a la oficina diciéndome que el Comandante Juan Almeida estaba en el vestíbulo y quería subir a verme pensé que era otra broma ya inaceptable y la increpé hasta que me juró que lo conocía por fotos y lo acomodó en la biblioteca para avisarme. Le dije no, el que bajo soy yo y en un segundo estaba en la planta baja. En efecto Almeida observaba de pie la pequeña pero bien surtida biblioteca de la familia Falla Suero que conservábamos con celo.

Me presenté y lo saludé. Elogió que cuidáramos esa vivienda que ahora era nuestra y le mostré el salón principal, el comedor y las terrazas igualmente preservadas con celo. Observó los cuidados jardines y fue al grano con concisa brevedad.

Me comunicó que el Comandante en Jefe había decidido que se efectuara en esos jardines la recepción para esperar el 26 de julio ese año y que Celia me daría más precisiones pero él quería comunicarme que se estaba gestando la creación de un grupo folklórico a cuya formación él estaba encargado de impulsar y se quería que esa noche hicieran su primera presentación pública.

Se había ido integrando con pequeños grupos orquestales y danzarios que existían en toda la capital y el objetivo era que las tradiciones culturales de origen africano conservadas en la memoria popular se pudieran preservar como parte de la importante raíz que era de nuestra cultura.

Me anunció que vendrían a verme esa semana los que organizaban dicho grupo, ya bautizado como Conjunto Folklórico Nacional, para examinar el lugar y determinar con nosotros donde y como actuarían. Se despidió muy cortésmente como siempre y se fue.

Después de despedirlo junto a Laudelina, que se me unió hasta la puerta, salí al jardín a imaginarme como podría hacerse una actividad así que no habíamos organizado antes.

El jardín del ICAP era espacioso. Llegaba por la calle I desde la calle 17 a 19 porque los niños de la escuela pública municipal que existió colindante a esa mansión en 19 e I molestaban con sus gritos a la señora cuando se entretenía jugando canasta o chachareando con sus amigas y logró comprar el terreno y demolerla anexándola como un espacio vacío a su propiedad. Aunque había caminado muchas veces por todo aquello lo volví a recorrer pensando ahora donde se podrían poner los asistentes, por donde entrarían, donde montar una tribuna para esos artistas, donde se vestirían, cuantos cabrían con mesas o sin ellas, donde se basaría la gastronomía.

Era nada menos que el décimo aniversario del asalto al Moncada. Mi secretaria que no supo porque bajé con tanta premura salió a buscarme ante una llamada urgente no recuerdo de quien y me encontró sentado en una esquina absorto en esas divagaciones.

Eso ocurría a principios de julio de 1963.

Los preparativos

En el transcurso de la semana se fueron despejando todas las incógnitas y se comenzaron los preparativos con toda febrilidad. Se hicieron las listas de los invitados nacionales, diplomáticos y de los invitados extranjeros que asistirían a los festejos del X Aniversario del asalto al Moncada cuyo acto central sería ese año en la Plaza de la Revolución.

Los dirigentes del Conjunto revisaron el sitio y les pareció más apropiado montar el escenario al pie de un gran jaguey cuyas ramas más altas sobrepasaban el chalet de dos plantas y que estaba justo a su lado. Los invitados a continuación y otros en la parte alta del jardín donde estuvo la referida escuela y así para todos sería visible el espectáculo. La tribuna se montó enseguida pues ahí fue donde venían a ensayar todos los días los artistas que pronto confraternizaron con empleados y funcionarios. Mi esposa, trabajadora de ese organismo, embarazada de mi primer hijo que nació un mes después, también asistía con su abultado vientre a esos ensayos.

Algunos de esos músicos participaron conmigo en el Festival de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Helsinki en agosto de 1962 integrando la delegación cultural que acompañaba la delegación. Uno de ellos, portaba un enorme tambor batá, cuando nos agredieron contrarrevolucionarios venidos de Miami durante el desfile. Eran pocos, pero querían deslucir el desfile de la delegación cubana, integrada por 400 jóvenes seleccionados como los mejores por asambleas de trabajadores y estudiantes en todo el país.

Las dos decenas de provocadores fueron puestos fuera de combate en segundos por los certeros puños de varios compañeros y dos de ellos por diestros golpes del tambor que después siguió animándonos como si nada.

El repicar de los tambores batá y las trompetas hacían trepidar mañana y noche ese inmueble y estuvimos obligados a trabajar en los preparativos de esa actividad mientras tramitábamos las invitaciones de las personalidades y dirigentes que vendrían a dicha conmemoración o recibiendo otros visitantes contagiados por el ritmo africano de esas tonadas.

Muchas veces asistí a ensayos completos de la presentación cuyo contenido se iba puliendo, perfilando y reduciendo. Celia supervisó todo con la discreta presencia suya y siempre dando consejos atinados.

Recuerdo que más de una vez, Nicolás Guillén, con la excusa de que pasaba por el frente, caminando desde su casa a la sede de la colindante UNEAC, entraba con el pretexto de averiguar la confirmación de la asistencia al aniversario del 26 de algún intelectual propuesto por él, e iba a curiosear en el jardín los ensayos del grupo.

Al final se ideó que uno de los bailarines descendiera de lo alto del árbol a la tribuna seguido por una luminaria potente y así fue conformándose aquella histórica primera presentación pública del hoy ya legendario Conjunto Folklórico Nacional. 

Casi en la víspera el Comandante en Jefe indicó que también se exhibiera esa noche la película de su primera visita a la URSS efectuada ese mismo mes de julio. Un improvisado proyector de 16 mm se instaló en medio de nosotros y complementó con las imágenes de ese inolvidable viaje el espectáculo cultural de nuestra raíz africana.

La dirección de la Revolución estuvo representada por Fidel, Raúl, el propio Almeida que disfrutó el aniversario del proceso que contribuyó a forjar y el excelente espectáculo para conmemorarlo que ayudó a crear. También estuvieron Vilma, Melba, que ya encabezaba el recién creado Comité de Solidaridad con Viet Nam, Montané y muchos otros dirigentes.

Antes de mezclarse todos ellos con los numerosos visitantes ilustres que nos visitaban, entre ellos una amplia delegación soviética compuesta de representantes de las distintas fábricas, universidades y regiones visitadas por Fidel, entre los que recuerdo al dos veces Héroe de la Unión Soviética, Fiodorov, el guerrillero ucraniano que combatió en la retaguardia de las tropas alemanas, Fidel departió públicamente con la primera delegación del Frente Nacional de Liberación de Viet Nam del Sur, compuesta por los que se convirtieron en queridos amigos de los cubanos y sus representantes aquí, Vo Don Giang y Li Van Sao.

Allí intercambió con ambos informaciones de la lucha que libraban, manifestó nuestra solidaridad total con su patriótica batalla y ahí mismo manifestó el reconocimiento de Cuba al Frente de Liberación Nacional, y me indicó habilitarles una oficina a la que se le otorgaron atenciones por parte nuestra equivalentes al reconocimiento diplomático.

Eso se produjo después, el 11 de junio de 1969, cuando el Frente constituyó el Gobierno Revolucionario Provisional de la República de Vietnam del Sur y fuimos el primer país en reconocerlo y acreditar como embajador allí al Cro. Raúl Valdés Vivó, quien publicó un excelente libro después de sus vivencias como “embajador en la selva”.

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