Arturo Enrique / Siempre con Cuba– A la altura de tantos años desde el Golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, todavía asombra e indigna el conocer de todo de lo que fueron capaces de hacer los militares que traicionaron al gobierno legítimo de la Unidad Popular y al pueblo chileno. Detrás, el gobierno de los Estados Unidos de América y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Las condiciones se fueron creando antes y con el triunfo en las elecciones de 1970, demonizar a Allende y a los partidos de izquierda, asesinatos selectivos a figuras claves que podían garantizar la permanencia del gobierno, crear el caos económico y social, y sobre todo preparar a los que se encargarían de llevar hasta las últimas consecuencias una represión que se destacó por su crueldad como buenos alumnos del fascismo a la chilena, y como punto de partida de lo que después se conocería como la “Operación Cóndor” para todo el continente.
Edgardo Enríquez Frödden, quien fuera militar, médico, educador, y Ministro de Educación en el gobierno de Salvador Allende, vivió en carne propia la transformación de los uniformados y al respecto dijo con amargura:
“…Éramos (en la antigua Armada chilena) como una familia. Todos nos conocíamos y respetábamos. Grande fue mi dolor cuando, después de septiembre de 1973 pude comprobar un cambio tan radical y desfavorable en ella. La habían corrompido los cursos de perfeccionamiento para oficiales y suboficiales que hicieron en Estados Unidos sobre Guerra Interna y Seguridad Nacional. La mayor parte de los que de esos cursos egresaron, volvieron transformados en verdaderos nazis a Chile. Jamás me hubiera figurado, imaginado a un oficial de marina chileno haciendo de carcelero y torturador. Y por desgracia pude verlos y hasta sufrí de ellos crueles torturas psicológicas y aún físicas, como darnos agua mezclada con materias fecales en el campo de concentración de Isla Dawson, dirigido y administrado por la Armada…”.
Así se prepararon y se comportaron los protagonistas visibles del Golpe de 1973, quienes a lo largo de todo el gobierno que presidió Augusto Pinochet durante casi dos décadas, participaron en el asesinato y desaparición de más de 3 mil compatriotas. Las víctimas de la dictadura superaron las 40 mil personas.
En el Chile de hoy, Allende hace por abrir junto a su pueblo las grandes alamedas por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor, y los protagonistas que quedan de aquel Golpe de Estado, tiemblan ante la luz que emana de su ejemplo.