Por José Luis Méndez Méndez / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano
Desde 1959, Cuba ha sido uno de los países que ha enfrentado al terrorismo en sus más disímiles formas, métodos y con el empleo de diversos medios, su origen se ubica en las obcecadas políticas de sucesivas administraciones estadounidenses empeñadas en derrocar a la Revolución cubana y retrotraer a la Isla al capitalismo, que organizaron, armaron, dirigieron a cientos de organizaciones y grupos terroristas por más de seis décadas, que han empleado la violencia para amedrentar y someter a una nación irredenta, que construye su propio destino inclusivo, con todos y para el bien de todos.
Las representaciones cubanas en el exterior y sus funcionarios han sido blancos priorizados de los terroristas de origen cubano, el más reciente hecho fue ejecutado en mayo de 2020, cuando la embajada de Cuba en Estados Unidos, fue atacada, hecho aún impune.
Cuarenta años atrás, el 11 de septiembre de 1980, un crimen atroz hizo todas las primeras planas del mundo y conmovió a la Comunidad Internacional, era la primera vez en treinta y cinco años que se asesinaba a un diplomático extranjero acreditado ante la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, desde la propia creación de la organización.
Una organización extremista integrada por fascistas de origen cubano denominada Omega-7, inspirados en el golpe militar en Chile, ejecutó el asesinato en una concurrida avenida del barrio neoyorquino de Queens, en homenaje a un aniversario del zarpazo castrense.
En una llamada a una agencia de prensa, una voz anónima reivindicó el crimen a nombre de Omega-7, calificó a la víctima de «comunista» y se tomó el suficiente tiempo para precisar, que la próxima víctima sería el embajador de Cuba ante la ONU, Raúl Roa Kourí, deletreando el nombre.
El entonces secretario de Estado norteamericano Edmund S. Muskie, desaprobó el asesinato y ofreció oficialmente sus pesares al Gobierno de Cuba. «Esto es una nación de Leyes«, dijo y añadió: «Condenamos el terrorismo bajo todas sus formas y estamos enfrascados en su erradicación«. Pura retórica con el empleo de frases que se dicen en ocasiones como esas.
La muerte del joven diplomático cubano Félix García Rodríguez había creado una inmensa inquietud entre todo el personal de las Naciones Unidas, una vez más se demostraba que Nueva York, era una sede insegura para la diplomacia internacional, el propio Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim, manifestó su profunda preocupación.
Los asesinos del funcionario eran piezas de un desprendimiento de la cofradía, también de corte fascista, Movimiento Nacionalista Cubano, MNC, creada en 1959 en Nueva York, sus miembros habían cometido decenas de crímenes en varios Estados y eran conocidos de las autoridades encargadas de la ley y el orden en Estados Unidos.
Uno de los ilícitos más brutales, de su autoría, había sido el asesinato, en Washington, del líder social chileno Orlando Letelier del Solar el 21 de septiembre de 1976, cuando los cuerpos de él y de su joven secretaria estadounidense Ronni Moffitt, fueron desmembrados como resultado de la explosión de una bomba colocada en su auto.
Otras reacciones facundias se produjeron como la de Donald F. McHenry, el Embajador de Estados Unidos ante la ONU, quien calificó el atentado de «acto cobarde», mientras se ordenaba a todos los servicios de investigación, desde la policía de Nueva York hasta el FBI, buscar y capturar a los autores del crimen. Nada ocurrió en los siguientes cinco años, los criminales siguieron impunes.
El FBI prometió a la prensa, que se rastrearía a Miami, Union City (Nueva Jersey), Los Angeles y San Juan, Puerto Rico, en busca de sospechosos entre los miembros conocidos de los círculos más violentos contra Cuba.
En marzo de ese mismo año, el FBI había declarado a Omega-7 «la organización terrorista más peligrosa del país«. Ya se sabía que sus miembros radicaban en la región de Nueva York y en la parte norte del Estado de Nueva Jersey.
Las circunstancias de ataque fueron rápidamente establecidas: ese día, a las seis de la tarde el asesinado se dirigía por el barrio de Queens rumbo a la residencia de unos amigos emigrados cubanos, manejaba un auto marca Pontiac modelo Grand Safari de 1979, por la avenida Queens Boulevard, a la altura de la calle 58, a unas treinta millas por hora, por la proximidad de un semáforo.
Fue alcanzado por un proyectil que se introdujo por su hombro izquierdo para luego perforar la base del cráneo que fue de efecto letal, el joven funcionario cubano cayó sin vida sobre el timón mientras el vehículo, sin control, atravesaba una estación de servicio Texaco, para luego impactar a un auto marca Volkswagen de color azul. Todos los detalles anteriores provienen exclusivamente de las ediciones del periódico The New York Times de los días 12, 13 y 14 de septiembre de 1980.
Pasaron los años y no fue hasta el 29 de octubre 1993, cuando un informe oficial del FBI, publicado en http://www.cuban-exile.com, un sitio web de Miami donde fanáticos al terror de origen cubano, archivan documentos e informaciones vinculados a los crimines de sus organizaciones extremistas.
Este fantástico texto redactado por un oficial anónimo del cuerpo policíaco federal estadounidense, explica cómo en diciembre de 1980, poco después de un acto de terror ocurrido contra el consulado cubano de Montreal, Canadá, son interceptados mientras intentaban introducirse clandestinamente en Estados Unidos, los terroristas cubanos Pedro Remón Rodríguez y Ramón Sánchez Rizo.
Los servicios de inmigración no detuvieron a los dos individuos, pero sí informaron al FBI del acontecimiento. Este aparente desliz queda por explicar: el atentado de Montreal acababa de ocurrir y Sánchez Rizo era ya conocido en Miami, donde radicaba, por su práctica del terrorismo.
Según el documento, los investigadores del caso Omega-7, en Nueva York, empezaron a sondear el misterio que rodeaba entonces al grupo de delincuentes. Primero vincularon a Remón, entonces radicado en Newark, Nueva Jersey, a Eduardo Arocena, connotado terrorista que encabezaba a la mencionada pandilla usando el nombre «Omar», y a sus cómplices Andrés García y Eduardo Fernández Losada.
Se descubrió que Remón se encontraba «en frecuente contacto telefónico» con Arocena, muchas de sus llamadas fueron relacionadas en el momento en que se ejecutaban los sucesivos crímenes de Omega-7.
A Pedro Remón se le vinculó al caso Félix García por medio de «chequeos y entrevistas en agencias de alquiler de autos del Aeropuerto Internacional de Newark, revelaron que Arocena y Remón alquilaron vehículos poco antes de varios crímenes de Omega-7″.
Se determinó, además, que uno de estos autos de alquiler recibió una notificación de infracción de parqueo, justo frente a la Misión de Cuba ante la ONU, el propio día del asesinato de Félix García Rodríguez. Para más pruebas y total impunidad: Arocena pagó la multa con un cheque personal.
Los investigadores necesitaron casi dos años para convocar, sin detener a ninguno de los conjurados en el asesinato, a Arocena y a otros sospechosos, el 2 de septiembre 1982, ante un Gran Jurado donde todos, salvo Arocena, invocaron enmiendas de la Constitución para no declarar. El jefe terrorista, por su parte, fue locuaz afirmó que no solo no tenía vínculo con Omega-7 sino que no sabía nada del grupo «aparte de lo que había leído en el periódico».
El FBI, convencido de las fechorías del terrorista, lo ofreció convertirse en informante, lo cual aceptó. El 24 de septiembre, Arocena, comienza a suministrar abundante información a las autoridades en busca de beneficios. Durante unos días, aporta aspectos del funcionamiento del grupo, hasta que atemorizado, llamó a sus escuchas, para anunciar que iba a desaparecer.
Pero ya era tarde, sus aportes incriminan de manera convincente a Pedro Remón como el tirador en el asesinato de Félix García y en el crimen ejecutado el 25 de noviembre de 1979 contra el emigrado cubano Eulalio José Negrín ante su hijo Ricardo, de 13 años. Dio un detalle concluyente más: ambas personas habían sido asesinadas con la misma ametralladora del tipo MAC-10.
El mismo día 24 del contacto de Arocena con el FBI, los terroristas Pedro Remón y Eduardo Losada Fernández, fueron arrestados en la localidad de Belleville, Nueva Jersey, mientras robaban un carro con la intención de cometer otro atentado, esta vez contra Ramón Sánchez Parodi, jefe de la entonces Sección de Intereses de Cuba en Washington.
La impunidad habitual de las autoridades estadounidenses cuando se trata de sus terroristas de origen cubano y su doble rasero para supuestamente enfrentar al terrorismo, hizo que aunque Pedro Remón fue identificado por Arocena como el asesino de Félix García, este quedó en libertad.
Los terroristas implicados finalmente fueron arrestados el 2 de octubre. A Remón y tres cómplices, se les acusó entonces, no del asesinato de Félix García, sino de un atentado fracasado, ocurrido dos años antes, contra el embajador cubano Raúl Roa. El fugitivo, Arocena fue capturado el 22 de junio siguiente y llevado a juicio.
Fue finalmente el 9 de septiembre de 1985, casi a cinco años del crimen que había estremecido a Nueva York, que se pudo ver, por fin, a Remón acusado de aquel asesinato ante un tribunal penal, junto a los criminales Andrés García, y Eduardo Losada Fernandez. El 7 de febrero de 1986, Remón, después de negarse constantemente a colaborar con las autoridades, sin nunca admitir que era miembro de Omega-7, reconoció su culpabilidad de acusaciones de conspiración ante un juez complaciente, que le delegó una sentencia de las que el Imperio reserva a sus servidores.
El 14 de diciembre de 1990, el asesino estaba ya en la calle, listo para seguir con sus planes homicidas. Una década después, su historial probo en asesinatos lo convocó para ultimar al Presidente de Cuba Fidel Castro Ruz, en la Ciudad de Panamá, donde fue denunciado por el propio líder como parte del complot dirigido por el criminal Luis Posada Carriles y otros connotados terroristas.
Una vez más la influencia de sus gestores se impuso y fue liberado en agosto del 2004, indultado por la dadivada y genuflexa presidenta panameña Mireya Moscoso, regresó a Estados Unidos sin problema alguno, y desde entonces sigue predicando el uso del terror.
El asesinato de Félix García cuatro décadas atrás sigue siendo un ejemplo de las circunstancias en que los diplomáticos cubanos ejercen sus funciones, el terrorismo sigue siendo una amenaza clara y presente, así como demuestra la sostenida actitud cómplice, tolerante e impune que protege a los extremistas de origen cubano en Estados Unidos.
11 de septiembre de 2020
Con información de un libro del autor, en elaboración.
Foto de portada:Archivo